HISTORIA DE LEBRIJA
Cuenta la leyenda que el origen de Lebrija es mitológico: el dios Baco la fundó cerca de la ribera del Océano Atlántico. En su casco histórico se han encontrado restos arqueológicos de un poblado calcolítico llamados “Candeleros o Candelabros de Lebrija” fechados en el S.VI a.C. Esto nos da idea de que la presencia del hombre en estas tierras se remonta hasta la época calcolítica, aunque la fundación de la localidad según distintos autores se atribuye a fenicios (la llamaron Lepriptza) y a los tartesos (Nebrissa).
En sus orígenes fue un puerto del Lacus Licustinus bajo cuyas aguas permanecían muchas de las tierras de marismas hoy existentes en el Bajo Guadalquivir. Su importancia en época de fenicios y romanos (éstos en el siglo I a.C. la llaman Veneria en alusión a la abundante caza mayor que proporcionaba esta región) se demuestra por el hecho de que acuñó moneda propia, llegando a la categoría de municipio de derecho latino bajo dominación romana.
Tras el oscuro paso de los visigodos, al producirse la invasión de la Península por los árabes en el 711 d.C., Lebrija pasó a su poder después de la Batalla del Guadalete y recibió el nombre de “Lebri-sah”. De la dominación musulmana libró a Lebrija el rey Fernando III “El Santo” en 1.249 (aunque los musulmanes todavía intentarán recuperarla en dos ocasiones posteriores 1.263 y 1.340). Y ya en 1.264 el rey Alfonso X “El Sabio” la incorporó a la Corona de Castilla y en 1.924 se le concede el título de cuidad.
El núcleo urbano de Lebrija se asienta sobre las laderas que rodean el cerro del Castillo, con forma alargada en el sentido este-oeste. Está delimitado en tres de sus caras (sur, oeste y norte) por fuertes escarpados que imposibilitan la urbanización. El cerro constituye desde sus orígenes una vieja acrópolis fortificada. En la primera fase del dominio romano se reutiliza la fortaleza existente, pero en la época imperial el núcleo comienza a crecer extramuros en la única dirección posible (el este), coincidente con el camino de Sevilla.
Durante la dominación musulmana se reutiliza la ciudad intramuros, se reconstruye la muralla romana en todo su perímetro y se deforma la trama clásica, que adquiere la típica imagen árabe. El crecimiento extramuros se produce a partir del siglo XV con la construcción junto a la Puerta de Sevilla del Barrio Nuevo. Pero la expansión moderna comienza en el siglo XVIII urbanizando la calle perpendicular a la puerta principal, desde la Plaza del Arco hacia el este (calle Corredera) y su paralela por el sur (actual calle Andrés Sánchez de Alba). Durante el siglo XIX la actual Plaza de España se constituye en centro de la ciudad moderna. Surgen de forma radial calles frente a las tres puertas de la ciudad histórica, al tiempo que se renueva la ciudad intramuros. A finales del XIX, se construye el ferrocarril al oeste del núcleo y en dirección norte-sur, constituyendo un límite al crecimiento urbano hacia la marisma.
En la primera mitad del siglo XX se produce la colmatación de las manzanas originadas en los dos siglos anteriores por las calles radiales y sus correspondientes transversales. El crecimiento del área urbanizada es mínimo, sobre todo en comparación con el que se produce desde los años 50. A partir de entonces, el desarrollo se orienta sobre todo hacia el norte, siguiendo el camino que une la ciudad vieja con la estación, y hacia el noreste, en los bordes de la salida a Sevilla. La tipología edificatoria es abierta, a base de bloques y promoción por polígonos (caso de la barriada Blas Infante). El único eje urbano de gran dimensión es la Avenida de Andalucia, situada sobre el camino de la estación, y que da continuidad al eje norte-sur de la ciudad histórica.
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